jueves, 27 de julio de 2017

La decepción

Con el paso del tiempo, a través de nuestras vivencias y nuestras experiencias personales, vamos adquiriendo una serie de capacidades para comprender no sólo cómo funciona el mundo; sino también cómo funciona la forma de ser y de relacionarse las personas en sociedad.

En cada episodio de nuestra vida, nos rodeamos de un conjunto de personas diferentes que nos aportan tanto cosas positivas como negativas; y es el conjunto de todas esas experiencias, con aquellos con los que nos relacionamos, las que determinan nuestra forma de ser y de comportarnos dentro del marco de la sociedad.
A medida que vamos creciendo, madurando y adquiriendo nuevas experiencias sociales nos vemos forzados en múltiples ocasiones (más de las que nos gustaría vivir) a enfrentarnos a la eterna y compleja situación de aceptar y superar lo que comúnmente se conoce como "decepción".

Cada persona, como decía Ortega y Gasset, es un cúmulo de circunstancias; y por ende, somos seres sociales en principio diferentes entre si, aunque en ocasiones se pueda observar un mismo patrón en distintas personas. Me detengo a explicar ésto porque considero que es importante entender que ante una decepción, cada persona reacciona y asimila de forma diferente dichas decepciones. Pero lo que todos compartimos, o eso quiero creer, es que más tarde o más temprano adquirimos la capacidad de sobrellevar una decepción.
Para poder llegar a este punto debemos aprender algo realmente importante: La única forma de superar una decepción con alguien, y de poder proseguir con nuestras vidas, es aceptar el hecho innegable de que los demás no siempre van a actuar, pensar o sentir como nosotros esperamos que lo hagan. Debemos tener siempre presente que estamos expuestos continuamente a encontrarnos con muros allá donde esperamos encontrar puertas. Cuantas menos expectativas pongamos sobre alguien; si dejamos que sea el tiempo y las experiencias las que hablen por si solas, construyendo nuestra idea de alguien a medida que la descubrimos, hallaremos un mayor grado de estabilidad emocional y de capacidad para relacionarnos con los demás.
Pero como escuché una vez, "el camino es largo y hay que andarlo". No nacemos con las capacidades sociales inherentes, y debemos adquirirlas a través de un proceso de aprendizaje que bien podría definirse como de "ensayo-error" a lo largo de múltiples experiencias. Ahora toca hablar de los errores que solemos cometer y que nos llevan a conclusiones negativas como es la decepción.

Uno de estos errores más frecuentes es el de construir sobre una persona, que conocemos o que forma parte de nuestras vidas, una imagen proyectada de idealización. La razón principal de que lleguemos a este punto radica única y exclusivamente en nosotros mismos.

En este punto, la persona que me pueda estar leyendo se habrá dado cuenta que hago responsable a uno mismo de este problema; que a muchos bloquea o incluso destruye. La razón por la que idealizamos a las personas, en un momento dado de nuestras vidas, se halla en la necesidad, que nuestra propia alma y subconsciente nos reclama; de encontrar en los demás aquello que no tenemos y que creemos que necesitamos para ser felices. Proyectamos en las personas la imagen de todo aquello que nos falta para sentirnos completos. Ésto sucede en muchas más ocasiones de las que estamos dispuestos a asumir; y no debemos sentirnos débiles o culpables por ello. Pero sí convertir cada una de las decepciones en un nivel más de aprendizaje y evolución de nuestras capacidades para relacionarnos con los demás.

Como sucede con todo en esta vida, todo aquello que se construye sobre las bases de una realidad maquillada o enmascarada acaba por desvelarse y caerse el telón del teatro que nosotros mismos hemos levantado. Es en este punto cuando se vuelve inviable continuar engañándonos a nosotros mismos sobre la imagen que tenemos de alguien. Se produce entonces una crisis que puede dividirse en dos fases: La primera es la crisis que experimentamos con nuestro propio yo; nos culpamos de no haber visto la realidad antes de que llegara a hacernos daño.
Ésto no deja de ser una forma de lamentarnos de nosotros mismos y no nos lleva a ninguna conclusión ni consecución positiva. Lo único que hacemos es retroalimentar nuestro propio dolor. Posteriormente se produce la crisis de confrontación con la otra persona; aquella con la que hemos experimentado la decepción, y libramos un bombardeo de reproches y buscamos explicaciones para tratar de comprender qué pudo desencadenar ese "cambio" que nunca se ha producido; sólo ha emergido lo que ya estaba ahí. Este bombardeo en la mayoría de los casos suele derivar en la fase final de separación y distanciamiento; pues creemos que alejándonos del foco de la decepción disminuirá la huella que ésta deja en nosotros.

Lo más importante y valioso de estas experiencias, a priori negativas, es que terminan por convertirse en transformaciones de nuestra propia concepción de los demás; y sobretodo de nuestra forma de adquirir mecanismos que nos van a servir en gran medida a la hora de conocer a otras personas. Gracias a ésto, podemos detectar con mayor facilidad indicios en las personas que llegan a nuestra vida, a lo largo de nuestro camino; de que ciertas personas tienen mayor predisposición a llevarnos a una decepción como las que ya hemos vivido. Todo ello nos vuelve más selectivos a la hora de abrirle las puertas a una persona . Visto desde una perspectiva externa puede parecer que nos convertimos en personas desconfiadas; personas que ven fantasmas del pasado proyectados en las demás personas que aparecen en nuestras vidas.

Pero yo quiero matizar que no animo a las personas a cerrar completamente las puertas de su alma; pero sí que aconsejo la necesidad de abrir una aduana social que nos evite vernos abocados a una serie de relaciones con personas tóxicas o que no aportan nada constructivo a nuestras vidas.
Sobre el papel suena muy fácil adquirir estas herramientas y discriminar qué nos aporta felicidad y qué nos interpone obstáculos en nuestro camino. Pero la realidad es que en ocasiones sufrimos decepciones ( y tristemente suele ser éste la mayoría de los casos) de personas que han llegado a adherirse a lo más profundo de nuestra alma; como puede ser un familiar, una pareja o incluso un amigo de toda la vida.

Como ocurre con todo en este Universo, regido por una serie de leyes físicas, cuanto mayor es la intensidad de la influencia positiva de una persona sobre nosotros mayor es el dolor y el sentimiento de vacío que nos genera la pérdida o decepción personal en estos casos.
Es por ello que siempre, independientemente de nuestra circunstancia personal y de las personas a las que estemos ligados; debemos construir un "seguro", un salvavidas que asiente sus pilares sobre nuestra propia felicidad y confort para-con nosotros mismos. Dicho de otra modo; necesitamos estar preparados para tener una estabilidad emocional en la que no necesitemos nada más que a nosotros mismos. Ésto no solo nos ayudará a sentirnos mejor cuando algo falle en nuestras vidas, sino también a no reclamar y cargar sobre los demás los anhelos y necesidades que no somos capaces de adquirir por nosotros mismos.

Para concluir, quiero hacer hincapié en un aspecto que ha provocado numerosas veces conflictos internos que si no se atajan en su debido momento pueden convertirse en losas que cargamos durante toda nuestra vida. Se trata del "síndrome de negación". Este síndrome se caracteriza por ser nada más y nada menos que un escudo que interponemos entre nuestra alma y mente contra la realidad; que no somos capaces de aceptar. Es fundamental entender, y quiero cerrar el tema con ello, que no nos ayudará a largo plazo negar la realidad. Debemos enfrentar nuestros propios demonios y reconstruir nuestra propia concepción del mundo si es necesario. Porque vivir a la sombra del miedo nos convierte en "zombies sociales".

domingo, 5 de marzo de 2017

Trabajar, comer, dormir


La asociación entre enfermedades mentales y desordenes en el sueño es algo que está bastante demostrado y que, de hecho, puede ser un condicionante o atenuante de ello.
Pero hay que tener en cuenta, que muchas personas sin presentar síntomas de enfermedad mental, experimentan desordenes del sueño provocados por diferentes factores también asociados a la psique; pero no necesariamente a desequilibrios genéticos u hormonales.
Más bien a los factores externos; el estrés laboral, la presión estudiantil... La ansiedad asociada a traumas también es una respuesta de nuestro organismo, para alertarnos de que algo no va bien con nosotros mismos. Que no estamos en paz porque algo nos perturba.

No es casualidad que en EEUU el consumo de ansiolíticos e hipnóticos para regular el sueño se ha disparado tanto que la estadística nos dice que 1 de cada 3 americanos consume ese tipo de fármacos (farmacéuticas frotándose las manos mientras digo esto)

Incluso la regulación de los horarios de invierno y de verano, que supuestamente están ideados para maximizar la eficiencia, solo ayuda y mejora los resultados de la maquinaria producción/consumo que a los neoliberales les gusta tanto mantener bien activa. Pero biológicamente al individuo le produce un estado de confusión y desequilibrio.

Los científicos comentan la necesidad de ver la luz del sol por la mañana, como estimulante para activar el estado de vigilia-despertar. ¿ Cuántas veces la gente se ha quejado de que está todo oscuro cuando se levantan?
¿ Cuántas veces en verano nos hemos dado cuenta de que son las 8 de la noche pero es de día?
Lo cual es algo aparentemente "normal" debido a la traslación de la Tierra, pero que los gobiernos han decidido EXPLOTAR para aumentar la actividad tanto laboral como de consumo en la sociedad.

Además, debemos pensar en el hecho de que la Revolución Industrial en sus inicios, en el siglo XIX, trajo consigo una serie de cambios en la forma en que concebíamos el tiempo laboral. Jornadas de 9 a 12 horas antes de los movimientos sindicales.

Se trató de llegar a un consenso, a mediados del siglo XX, y se estableció de forma "globalizada" la normalización de una jornada de 8 horas. Son múltiples los estudios que sugieren la ineficiencia de ese tipo de horario,
junto con la aplicación de turnos y horarios partidos.

Con el surgimiento del "Nuevo Orden Mundial", tras la Segunda Guerra Mundial, se necesitaba generar una nueva conciencia del trabajo y atender a la nueva necesidad de tiempo de ocio que demandaba una sociedad en crecimiento tanto económico como cultural. La fórmula empleada para establecer la separación entre este tiempo de ocio y el laboral se convirtió en un problema. Como consecuencia, se sacrificó el tiempo que dedicábamos a dormir y surgió la idea equívoca de: "dormir es una pérdida de tiempo" y "El dinero nunca duerme".

La forma en que los directores de esta "orquesta" llamada Mundo Globalizado manipularon e influenciaron en nuestra concepción de la vida laboral llegó hasta tal punto que se aleccionó y moldeó a la sociedad, para adaptarla a las exigencias de la maquinaria capitalista, desde una edad temprana. Así, podemos ver como en los colegios e institutos se adaptaron las jornadas lectivas al del mundo laboral; e incluso se añadió el ingrediente secreto del "estrés" en época de exámenes para prepararlos como futuros buenos engranajes del Sistema. Es imposible no pensar en ésto y que venga a mi mente las imágenes del videoclip "Another brick in the wall".

De media, un empleado de jornada partida está fuera de casa el 60 o 70% del tiempo. El otro 20% durmiendo y el 10% lo tiene para el ocio. Hablaba hace poco con alguien de la esclavitud y el trabajo forzado en la actualidad; no hace falta....

Con este sistema económico actual, somos instrumentos de la maquinaria global. Estimulados con "pildoras" que nos mitigan el sentimiento de opresión y nos autoengañamos. Como ejemplos de ésto son; el anhelo de que llegue el fin de semana o la semana de vacaciones cada 6 meses.

Toda la presión a la que sometemos al organismo, durante el periodo lectivo o laboral, se ve saturado y en ocasiones esas vacaciones o fin de semana nos las pasamos durmiendo. Porque el organismo necesita regenerarse,
recuperarse, pero no basta.

Actualmente existen gobiernos, que casualmente fueron los precursores del Estado de Bienestar, que están optando por un cambio sustancial de la forma en que concebimos el trabajo.
Desde una reducción del horario activo hasta la implementación de entornos de trabajo con rincones "libres de estrés"; para hacer paradas en medio de la jornada. Con resultados sorprendentes en el rendimiento general y por individuo.

Estamos entrando en una nueva Era; en la que la sociedad va a vivir la llegada al entorno laboral de la Inteligencia Artificial y la robótica avanzada. Ésto provocará al principio una actitud de miedo y rechazo, ante la posibilidad de perder nuestros puestos de trabajo y nuestro medio de vida.
Pero ya hay países que están dando un paso para adelantarse a esta nueva Era, ajustando la concepción y la organización actual del trabajo para hacer más fácil esta transición y evitar una revuelta social.

En mi opinión, los gobiernos occidentales deben tener la suficiente visión de futuro como para no rezagarse a la hora de seguir los pasos de los países nórdicos; que fueron capaces de sobreponerse a la última gran Crisis Económica con su Estado de Bienestar y que actualmente se preparan para la llegada de la robótica a todos los sectores. Es necesario un cambio de mentalidad que estimule el desarrollo creativo y la eficiencia de nuestros trabajadores frente a la concepción mecanicista y anticuada de principios del Siglo XX.

Es la hora de que prevalezca el uso de nuestro tiempo para estimular el crecimiento cultural y científico de nuestra civilización frente a la visión del hombre como un mero instrumento de la maquinaria productiva.



lunes, 13 de febrero de 2017

Mi abuela

A lo largo de la vida, las personas viven miles de experiencias día a día que las configuran de una u otra forma hasta conformarse la persona que realmente son.

Estas experiencias son en ocasiones positivas. Pero las que de verdad suelen dejar una impronta en nosotros son aquellas, amargas o agridulces, que nos afectan a nuestra forma de concebir el mundo y a nosotros mismos.

Hace muy poco, una de estas experiencias amargas ha llegado a mi vida y a la de las personas más importantes que me rodean. Se trata de la repentina aparición de esa sombra oscura que nos acecha a todos y que su propia palabra produce un tabú; el temor de invocarla con tan solo nombrarla. Me refiero, como muchos ya habrán podido imaginar, al cáncer.

Mi abuela comenzó a manifestar síntomas anormales de pérdida de visión y mareos, hará unas dos semanas. Al principio todos nosotros tratamos, en general, de no darle mucha importancia; posiblemente debido a nuestra incapacidad para concebir que algo malo le pueda pasar a la persona que queremos. Pero pronto, todo se volvió oscuro y el tiempo parecía detenerse cuando nos informaron de que tenía alojado un tumor en la cabeza, cerca del ojo.

Pasaron varios días en los que mi familia trataba de asimilar todo lo que estaba ocurriendo de repente, sin avisar. Porque lo que tiene esa sombra oscura es que aparece sin dar tiempo a nada ni a nadie.

Pronto llegó un halo de esperanza; cuando los médicos que la observaban apuntaron la posibilidad, casi con certeza, de que se tratara de un tumor benigno operable. Es en estas ocasiones cuando nos damos cuenta de la desesperación y anhelo que sentimos de aferrarnos a un hilo de esperanza que nos empuje a levantarnos y acompañar en esa lucha que a mi abuela le había tocado librar.

Cuando sucede algo así, las personas tienden a manifestar lo más profundo de sus almas. Dejan al descubierto su personalidad en su estado más puro. La mayor parte del tiempo nos comportamos adaptándonos al juego de la vida; pero es en estas ocasiones cuando quitas esas máscaras y dejas ver tu esencia.

Además; la asimilación de un suceso negativo que nos afecta directamente o a alguien a quien queremos, se expresa de formas muy dispares entre las personas. Algunas asumen un rol de fortaleza; actúan como contrafuertes para los demás y para la persona afectada. Otras son más débiles, y se refugian en el cariño de los demás como una búsqueda de llenar ese vacío que experimentan ante el dolor. Finalmente, están las que tienden al aislamiento y a la negación, por su incapacidad para enfrentar la realidad más cruda.

Es importante para mi hacer entender que no hay una reacción ante el dolor que sea mejor o peor que otra; solo son diferentes manifestaciones que nuestras emociones tienen de la realidad. En estos momentos, para mi, lo más importante es que los lazos que nos unen entre todos los que formamos parte de la vida de mi abuela se vuelvan aún más fuertes ahora que nos toca esperar, tener paciencia y no perder nunca la esperanza.

Siempre he sabido lo importante que ha sido y es mi abuela en mi vida y en la de mi familia. Desde que tengo memoria ella ha sido una figura que ha actuado como lazo inquebrantable de aquellos que la rodean; y en concreto de mi familia.

Ella me ha enseñado desde que soy muy pequeño los valores y los principios que inculcó a mi madre; que yo trato día a día de mantener vivos. También me ha enseñado el preciado regalo que nos otorga formar parte de una familia unida; y toda su vida y su dedicación han ido enfocadas a cuidarnos y darnos el amor que solo una madre y abuela pueden darnos.

Ahora que se acerca el momento de su recuperación, tras haber logrado eliminar esa amenaza oculta, he decidido escribirle ésto. Con la intención de darle las gracias por todo lo que he aprendido de ella; por estar siempre ahí animándome a luchar por mis sueños. Por ver en mi el valor de mi mismo, que muchas veces me cuesta ver; y por ser siempre un apoyo en los momentos difíciles, no sólo para mí; sino para todas las personas que quiero.

Sé que no puedo comparar mi unión y relación con ella como la que tiene un hijo con su madre; pero lo que ha ocurrido en estas últimas semanas me ha hecho sentir la sombra del miedo ante la posibilidad de perder a mi propia madre. Una madre es una figura muy importante en nuestras vidas que, su presencia permanente, nos hace muchas veces olvidar que algún día ya no estarán.

Se produce un vacío y un cambio en nuestra forma de ver el mundo cuando esa figura desaparece; y muchas veces nos quedamos con la pena y el remordimiento ante la posibilidad de no haberle agradecido lo suficiente todo lo que ha sido para nosotros. Un simple abrazo y unas palabras de cariño que nos olvidamos de otorgar a esa persona tan importante para nosotros; y que sentimos que ahora ya es tarde.

Sólo deseo que todo ésto termine de forma positiva y que pronto puedas leerlo, para que sepas que nunca dejaré de valorar y demostrar lo importante que es mi madre para mi. Que no dejaré que me venza la desesperanza ante la consecución de mis metas y que trataré de hacerte sentir orgullosa de mi. Una vez más, gracias.

La lluvia

Es extraño el efecto que provoca la lluvia en las personas. A menudo, cuando se habla de ella, suelen existir disparidad de opiniones a la hora de decidir si les gusta o no.
A unos la lluvia les reconforta, por ejemplo, la humedad del aire o el sonido de las gotas golpeando el marco de la ventana. Son estímulos positivos para esas personas que dicen "adoro la lluvia".

En mi caso, no sé si debido a algún trauma del pasado o si se trata de la nostalgia de un verano más que dejo atrás; pero la realidad es que la lluvia provoca en mí un sentimiento de apatía y desgana que me atrapa entre los muros y las ventanas de mi casa; y por ende, me hace sentir que se me escapa el tiempo, las experiencias no vividas ahí fuera y en definitiva, la vida.

Es también curioso como la lluvia suele desencadenarme dolores de cabeza. Hasta ahora no sé si se trata de algún efecto secundario de un traumatismo del pasado o si simplemente es producto de mi mente; pero responde así a mi rechazo al mal tiempo.

Para mí es muy aceptable que ciertas personas digan que les gusta la lluvia y que disfrutan de ella; o aquellos que se mantienen en una posición neutral y sostienen que la lluvia les gusta pero para estar tirados en el sofá de sus casas.

Lo que es innegable de todo ésto que estoy hablando es que el clima influye significativamente en el estado de ánimo de las personas. La clave para sostener esta idea viene de la gran cantidad de datos sobre índices de depresión, suicidios y adicción al alcohol en los países nórdicos y del Este. Ésto ya no se trata de una especulación o una visión subjetiva de los hechos; se trata de una realidad que viven todas aquellas personas que deben adaptarse a un entorno donde los días en invierno duran escasas horas, las temperaturas son muy bajas y si no es la lluvia es la nieve la que domina las calles durante gran parte del año.

En ocasiones he leído que el clima condiciona incluso la personalidad, y para mi es innegable que ésto es absolutamente cierto. Al igual que se ven esos índices altos de depresión en los países nórdicos, pese a tener un nivel de vida con un promedio alto y muy buenos servicios sociales.

En el caso yuxtapuesto, podría hablar del caso de Cuba. A menudo, cuando hablo de Cuba, las personas que vienen de allí coinciden en afirmar que en la isla no existe la depresión. Al principio me resultó exagerado e incluso chocante; pero cuanto más lo pensaba más razones veía para darles la razón. En cuba las condiciones de vida no son muy altas y el acceso a la mayoría de privilegios del mundo occidental es más limitado. Pero, aún así, cuando viajas a ese país y descubres sus rincones, notas el sol tostando tu piel y te infectas del buen humor y carisma de sus gentes, te das cuenta que efectivamente no puede existir la depresión en un sitio así.

En definitiva; lo que quiero decir con todo ésto es que la lluvia nos aporta infinitos beneficios para la Tierra y para nosotros mismos. Pero cuando naces y creces en un lugar donde prácticamente no sale el sol o la lluvia te impide disfrutar tranquilamente de estar en la calle, tu personalidad se configura de una forma muy diferente a la de aquellos que crecen tostados por el sol caliente, el agua templada y las calles abarrotadas de gente que se animan a compartir el buen tiempo.

Escribo ésto siendo yo mismo un canario que se siente muchas veces atrapado por la lluvia incesante que cae en la ciudad; y que no puede evitar la necesidad de que el sol brille para él haciéndole sentir en casa.