viernes, 31 de diciembre de 2010

Memorias de un revolucionario

Esta redacción la dedicaré a hablar de un libro que me leí hace un tiempo, creo recordar que a finales de 2007. En este libro se recogen las memorias de un soldado que participó en la Guerra Civil Española, en el bando republicano. El libro está escrito por él, pero no da su nombre real, sino que se esconde bajo un pseudónimo para mantenerse en el anonimato.
Les extrañará este hecho, pero, sin duda, el contexto en el que fue publicado por primera vez este libro explica el por qué. Su primera edición fue a mediados de los años setenta, y la situación por la que pasaba España después de la muerte de Francisco Franco era convulsa, y el ambiente estaba muy candente.
Hoy en día este libro ya no se edita, se detuvo la publicación del mismo en los años ochenta (seguramente para apaciguar los ánimos). Si yo conseguí leer este libro fue gracias a uno de mis tíos, que conociendo mi interés por la historia contemporánea, me lo cedió ( Y le tengo bastante aprecio, por lo que no tendría reparo alguno en volver a leerlo).
Hay una cosa que tengo que declarar, que es muy importante y que me resulta bastante significativo: y es el hecho de que mis conocimientos geográficos de España fueron puestos a prueba durante la lectura de este libro, porque nombra muchos lugares de España por donde este soldado pasó y yo me sentía desorientado en cierta manera cuando pretendía meterme en el contexto y la situación del escenario.
Por ello, decidí buscar en internet algunos de los lugares que nombraba: como son las sierras catalanas, donde resistieron la continua oleada de bombardeos por parte de los aviones cedidos por Mussolini o Hitler al ejército nacional.
Este libro puede resultar un poco escalofriante o desgarrador para personas sensibles. En él se cuentan cosas que dan pavor solo de imaginarlas; pero soy de las personas que aprecian mucho la realidad; y antes que leer una novela histórica que te meta en el contexto de la época pero que no te cuente la realidad tal como fue, prefiero leer la cruda realidad.
Hay una cosa que tengo que comentar de este libro, que me resultó muy interesante y sorprendente y me animó a la lectura de otro libro muy conocido. Se trata de la novela de Ernest Hemingway “Por quién doblan las campanas”, que tuvo mucha fama internacional y que cuenta la Guerra Civil con un leve toque de ficción; pero el caso es que este escritor tan famoso vino como corresponsal de guerra a España, en el bando republicano. Y en un hospital de Madrid estuvo charlando con un soldado que allí se encontraba y cogía notas continuamente de todo lo que le contaba el soldado mientras charlaban. Ese solado con el que habló Hemingway es el autor de esta autobiografía y para los que hayan leído esta fantástica novela, o estén pensando en leerla, recuerde que uno de los personajes que en ella aparece fue una persona real.
La forma en que está escrita esta autobiografía es muy personal e incita al lector a sentirse empático con el autor.
Por momentos sufres como él, te diviertes cuando él lo hace o te sorprendes casi de la misma forma como seguramente él se sorprendió.
Este libro me marcó mucho y me animó a leer más sobre este período histórico, y, claro está, verlo desde las dos caras de la moneda: tanto de un bando como del otro. Hasta ahora solo he leído libros escritos desde la postura del banco republicano o anarquista (Durante el periodo en que Cataluña estuvo bajo el “control” de la FAI o la CNT) pero nunca he leído un libro escrito desde la visión del bando nacionalista, así que esperaré a que se me presente la oportunidad.
Siempre me ha gustado mucho la historia, pero yo pienso que las clases de historia en los institutos se imparten de manera excesivamente objetiva; se dan datos y datos que los alumnos estudian para los exámenes, pero que desaparecen de la memoria útil. Son conocimientos que pasan fugazmente por la mente. El alumnado tiene que sentirse verdaderamente interesado en adquirir conocimientos.
Yo leo libros de historia y la vivo de una manera diferente. Si algún día llego a ser profesor de historia, una parte de la nota final de evaluación sería de lectura, y propondría libros (no demasiado densos) históricos, estoy seguro de que así se captarían muchos más conocimientos. Dar la oportunidad al alumno de tener en sus manos las dos caras de la moneda, manejar datos sacados de diversas fuentes y contrastarlas. Es así como se debería estudiar, y no con un libro de texto editado por uno o dos editores supeditados a un sistema de gobierno que les impone que deben plasmar y que no.
Pero bueno, en ningún momento he querido poner en tela de juicio la manera de impartir las clases de los profesores, sino todo lo contrario, estoy intentado dar una idea “revolucionaria” para la temática de la asignatura (Me sentiría orgulloso si se llevara a cabo mi idea).
Creo que me he ido un poco por las ramas, debo disculparme por este hecho.
Antes de acabar esta redacción, debo hacer hincapié en lo difícil que ha sido para mí elegir el libro que más me ha gustado. No me es fácil hacer una elección de este tipo.
Es como si me dijeran que debo elegir mí película favorita: estaría pensándolo mucho, mucho tiempo, y creo que mí respuesta no sería muy fiel a la realidad. Tanto en la lectura, como en el cine, como en la música; cada película, cada canción, cada libro nos aporta algo especial y diferente. Unos mucho, otros poco, pero nunca se puede decidir con cual quedarse y cuales desechar, porque son diferentes y eso nunca se puede hacer cuando aprecias el arte realmente.

domingo, 5 de diciembre de 2010

"Huérfanos del mal"

Se cree que las asociaciones lebensborn surgieron mucho antes de que Hitler se convirtiera en Káiser de Alemania.
El objetivo de estas organizaciones era “la limpieza racial” del pueblo germánico y la búsqueda de una raza aria perfecta que se colocara en una posición dominante por encima del resto de razas débiles e imperfectas.
Los “lebensborn” (fuente de vida) con la llegada del nazismo fueron administrados y dirigidos por personal de las SS. Que se encargaban de concretar citas a sus soldados con muchachas jóvenes que cumplieran los requisitos de pureza racial.
El objetivo no era otro que el de promover el aumento de la natalidad de la población aria. La raza que, según los planes de Hitler, sería la que llevaría al imperio de los mil años del pueblo germano a la dominación de toda Europa.
Después de ser revisadas por médicos las clasificaban dentro de los niveles de pureza racial; y quedaban encintas de los SS para finalmente ser llevadas a hostales -proporcionados por el partido- donde pasaban todo el embarazo bajo la atención y el seguimiento del personal de los lebensborn.
Al dar a luz el bebe pasa una revisión para comprobar que no sufre ningún tipo de deficiencia mental ni limitación física, además de comprobar que cumple con los requisitos necesarios para entrar dentro de las categorías arias.
Si por alguna razón (deficiencias, enfermedad congénita etc.) no supera esa revisión, un tribunal del Estado formado por miembros del partido y del consejo médico del país hacen hacen una valoración del caso y deciden si se procede a la eutanasia asistida o se le interna en un centro de tratamiento “especial”, que no significa otra cosa que ser destinados a centros donde son exterminados en cámaras de gas. Pero esto solo sucede cuando tienen entre 1-3 años.
Si es un recién nacido ni siquiera se somete a juicio el caso, se le administra una dosis de morfina que acaba con la vida de la criatura en cuestión de segundos.
Unas vez que el niño nace y pasa la revisión sin que se le localice ningún tipo de deficiencia, ni enfermedad congénita, o bajos niveles de pureza racial el niño es separado de su madre y es criado durante los primeros años de vida en los centros “lebensborn”; hasta que cumple la edad necesaria para ingresar en las “Hitlerjugend”.
Estos niños –teóricamente huérfanos– se convierten en los hijos de las SS (su padre) y de Alemania (su madre). Nunca llegan a conocer a sus padres biológicos; con el objetivo de alejarlos completamente de los vínculos afectivos que atan al alma humana a su familia. Ellos consideraban que estos vínculos sólo provocan que los futuros soldados fueran débiles y vulnerables.
De este modo solo viven por y para la Alemania Nazi. Entregándose completamente a la causa del partido y manipulándoles –e incluso suprimiéndoles– la personalidad y la consciencia individual.
Estos hijos de las SS reciben una educación absolutamente belicista además de racista; sin olvidar los juramentos con los que, desde que tienen “uso de razón”, entregan sus vidas a su Führer y a Alemania.
Y nunca mejor dicho; pues una vez que terminan de cursar todos los años en las escuelas de élite del partido se les “ofrece” la posibilidad de ingresar en el cuerpo de las SS. No es necesario aclarar que sería hipócrita considerar que alguno de estos manipulados y controlados “huérfanos del mal” pudiera rehusar ingresar en las SS, cuando desde que son niños les convencen de que su mayor aspiración debe ser pertenecer a esa “élite”.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Paseo por el amor y la muerte



Las guerras han provocado, durante siglos, muchos de los cambios más significativos en los ámbitos: económico, político y social. En las guerras el ser humano saca lo peor de sí mismo, pero también su mente y sus ojos se abren más, para contemplar la injusta realidad social que les toca vivir.
Con esto quiero decir que, además de la falta de alimentos y todo lo necesario para la existencia del ser humano en sociedad, en muchas ocasiones las guerras provocan que se desestabilice la pirámide de poder; como es el caso de la Guerra de los Cien Años que es en medio de esta guerra donde transcurre la película de “Paseo por el amor y la muerte”.
Como bien muestra esta película, el estado feudal, en el que los nobles se encuentran en la cúpula de poder - aunque tengan, teóricamente, por encima al rey, son éstos los que lo controlan todo - está muy presente en este momento histórico que muestra la película. La Guerra de los Cien Años enfrentó a ingleses con franceses por el control de los territorios conquistados por Inglaterra. Esta guerra desgastó en gran medida a las distintas generaciones que la vivieron debido a todo lo que duró. Trajo consigo: la miseria, la muerte, el hambre y finalmente una cruenta lucha de clases –momento reflejado en la película- que, a consecuencia de lo citado anteriormente, provocó que el pueblo se rebelara a sus señores feudales y ocuparan sus castillos y territorios movidos en gran medida por la desesperación y el instinto de supervivencia, pero además movidos por la consciencia de sí mismos como una clase que tiene poder para enfrentarse a los que antes servía bajo condiciones casi esclavistas.
Pero esto solo fue un destello, un espejismo de libertad que fue rápidamente contenido y reprimido por los señores feudales de la guerra. ¬Lo que queda completamente claro es que la lucha por la libertad está intrínsecamente ligada con el ser humano, y por ende siempre se producirán situaciones en las que el pueblo se enfrente al estado que lo oprime en pos de una utopía que, como su nombre indica, nunca alcanzarán. De forma simbólica en la película puede intuirse este hecho; cuando el personaje principal está a punto de llegar al mar. Incluso lo puede oír, oler, sentir…pero no verlo. Como tampoco logra ver la libertad.
En definitiva; las elites siempre se han encontrado, a lo largo de la historia, en una situación privilegiada en la que se han podido mantener gracias a la subyugación de las clases mayoritarias utilizando todo tipo de métodos que van, desde el uso de la violencia y la represión física, hasta el control y la manipulación socio-cultural de las masas. Pero no siempre se consigue mantener la estabilidad bajo estas circunstancias y eso se traduce en revoluciones. Y qué son las revoluciones si no el avance y el desarrollo del ser humano en sociedad, de los pasos que se dan en el sendero hacia la libertad plena y la verdadera democracia.

viernes, 22 de octubre de 2010

El cambio

¿Pueden las personas cambiar? No lo sé, realmente no lo sé. ¿Cómo podríamos saber si alguien es capaz de cambiar? O lo que es más importante: ¿Qué debemos considerar como cambio y qué no?
Las personas nacemos sin una personalidad definida, como es lógico. Pero eso sí, tenemos de nacimiento una carga genética que es de importante consideración, pues va a condicionar la forma de ser de dicha persona aún sin haber llegado a desarrollar una personalidad.
Desde la infancia hasta la adolescencia se va desarrollando la personalidad del individuo, que viene dada por una serie de condicionantes. Para empezar hay que nombrar la influencia que va a tener la educación que reciba por parte de sus padres desde que tenga uso de razón; también influirá la situación económica de su familia y por supuesto el grupo de amigos que tenga y el acceso a la cultura. Todo esto va a condicionar la personalidad en el nivel más superficial, pero los rasgos que van a caracterizarlo de forma más específica y definida van a estar intrínsecamente ligado a los genes.
Cuando llegamos a la madurez y comenzamos a entablar relaciones más complejas con otras personas, nuestros rasgos y nuestra forma de ser van a influenciar y condicionar nuestra capacidad de sociabilizarnos. Las personas con las que entablaremos amistad, o las personas con las que tengamos una relación sentimental, se ajustarán a nuestra forma de ser, y no siempre van a ser iguales, ni tendrán gustos o rasgos parecidos. Es más, es muy usual encontrarse con antagonismos entre dos personas que mantengan una relación sentimental o entre amigos. Es el equilibrio que se produce entre ellos, que se puede catalogar como “complementación mutua”, lo que permite que puedan mantenerse y ser fructíferas las relaciones de este tipo.
Podemos cambiar algunas características de nuestro comportamiento, además de pulir nuestra forma de ser. Algo que sucede con mucha frecuencia después de la adolescencia, cuando adquirimos mayor madurez y consciencia.
Pero lo que las personas no pueden pretender es dejar de ser quienes son. O que una mañana se despierten siendo aquello que desearían ser. Porque lo primero que debemos aprender en esta vida es a aceptarnos tal y como somos, para que en el momento que decidamos compartir nuestra vida con otra persona podamos aceptarla tal y como es, sin pretender que se ajuste o se moldee a nuestro gusto.
El problema de algunas personas es que no consiguen aceptarse a sí mismos y cuando se sienten solos o quieren formar una familia, lo único que buscan es que la pareja con la que estén pueda ser fácilmente manipulable. Sé que puede sonar un poco drástico e incluso inmoral, pero es la realidad que se vive en muchas relaciones. Que como es lógico no suelen llegar a un buen desenlace.
Algo que he descubierto con el paso del tiempo y al ir adquiriendo mayor madurez y consciencia de la realidad ha sido que las personas se empeñan en seguir juzgando a los demás en base a una diferenciación tan básica e incluso infantil que, considero, deberíamos deshacernos de ella con la misma facilidad con la que nos deshacemos de la inocencia durante la adolescencia. Esta diferenciación, tan conocida y usada, divide a las personas en dos categorías: Buenas y malas. Pero he aquí mi pregunta:¿ Qué criterios utilizamos para definir a alguien como una buena persona?
Es muy conocido también el dicho de que “cada persona es un mundo”; esta frase no es solo un tópico que suena bonito, es además un argumento de peso para echar por tierra ese encasillamiento “bueno-malo”. Cuando hablamos de una persona o cuando conocemos a una persona, solemos decir, en el caso de que nos caiga bien, primero algún defecto o criticamos alguna acción que nos gusta poco sobre esa persona. Pero inmediatamente, como por instinto, para no manchar la imagen de esa persona añadimos seguidamente una frase al estilo de “Pero en el fondo es buena gente” o “Es un buen chico en verdad”, como queriendo evitar lanzar un mensaje erróneo a nuestro receptor, que puede transformar las cosas que escucha sobre esa persona en una valoración simple e infantil: Es bueno o es malo.
Los filósofos han discutido durante siglos la naturaleza del hombre. Están los que afirman que somos buenos por naturaleza, mientras que otros por el contrario consideran que somos malignos.
A mi parecer no debería tan siquiera existir una discusión sobre dicho punto. Simplemente deberían recalcar los filósofos que los seres humanos, aunque cueste creerlo, no decidimos ni podemos decidir cómo somos.
Con ello no quiero exculpar a aquellos que han cometido todo tipo de atrocidades y crímenes contra nuestra misma especie. Pero sí me temo que debo justificarlos, pues todas sus acciones son explicables y porque son “víctimas” de una serie de circunstancias, en este caso adversas, que los han llevado a ser y hacer dichas atrocidades.
El origen del mal es tan científicamente y sociológicamente explicable como el origen de las especies.
Pero aquí se podría colar un debate que generaciones y generaciones llevan discutiendo y nunca han llegado a una conclusión común; ¿Es posible la reinserción en la sociedad de todas aquellas personas que han ingresado en prisión por haber cometido un delito?.
Creo que es imposible crear una fórmula mágica que transforme, cambie, moldee y adapte a esas personas que ingresan en prisión para que sean “mejores personas” y mucho menos con las condiciones en las que se encuentran los presos y lo difícil que es volver a entrar en la vorágine del mundo en el que vivimos diariamente, que en muchas ocasiones es más peligroso que esas cárceles.
En conclusión, para mí el cambio solo puede ser concebido como evolución, desarrollo o superación de uno mismo. El cambio, en el sentido que se le quiere dar hoy en día, es inviable y en algunos casos inmoral. Nunca se debe intentar cambiar la esencia de una persona, pues puede traer consecuencias irreparables.

martes, 19 de octubre de 2010

CRECIENDO

¿Qué hora es? Hace tan solo dos horas que me acosté y tengo dentro de mí la sensación de haber estado una eternidad durmiendo…o al menos intentándolo, porque no hay manera de que consiga conciliar el sueño si en mi cabeza aparecen infinidad de imágenes tuyas que se unen a las sensaciones que me produjeron en ese mismo momento y que me mantienen en vilo a la espera de que la noche se despida de mi y el día me salude una vez más…pero ¿Qué digo? No, definitivamente no puedo considerar que el día que voy a vivir mañana entre dentro de eso que llamamos: rutina, día a día; donde no sucede nada importante, donde realizamos las mismas cosas que realizábamos la semana pasada y la otra, donde nos encontramos con la misma gente, donde escuchamos las mismas voces…El día de mañana está muy alejado de todo lo que acabo de describir anteriormente. Mañana voy a encontrarme con la persona más importante de mi vida, llevo toda la semana esperando volver a verla y tenerla entre mis brazos. A cada día que pasaba en la semana más lenta y pesada se me hacía la espera y el paso del tiempo.
Ahora estoy aquí, en mi cama, esperando que se acabe la última de las noches que he tenido que esperar para verla. No puedo dormir y a cada momento abro los ojos para comprobar el reloj y asegurarme de que el tiempo corre y que me quedan menos horas para encontrarme con ella.
Pero el tic-tac del reloj suena diferente, el tiempo quiere seguir haciéndome sufrir, me pregunto si todo esto formará parte de una serie de pruebas a las que me pone el destino para saber si realmente la merezco.
Creo que me volveré loco si no consigo dormir algo esta noche, pero es que la ansiedad que tengo es inmensa, todo deja de tener importancia, salvo el momento en que estaremos juntos. Pero entonces llega el día, estoy feliz, sí, muy feliz. Aunque todavía tengo que esperar unas cuantas horas por lo que vuelvo a entrar en desesperación, pero me engaño a mi mismo haciendo esto y aquello con la intención de distraerme lo suficiente para que pasen las agonizantes horas que me separan de ella.
Llega el momento de ir a su encuentro y camino a paso tranquilo pero decidido. Sé que tengo el tiempo suficiente, e incluso me sobra, para llegar puntual a nuestra cita. Por el camino comienzo a cantar, no sé ni por qué ni cómo, pero algo dentro de mí sintió la necesidad de cantarle a la vida para agradecerle que tuviera el privilegio de tenerla a ella en mi vida.
Ya solo faltan minutos para que aparezca de entre la multitud de personas que se suceden delante de mí, en un tránsito que no es consciente de todo lo que significa para mí ese momento, pues para ellos ese momento forma parte de aquello que antes llamé rutina.
Ahí está, la miro y se borran de mi mente todos los recuerdos de la espera, de los momentos de angustia, de ansiedad, de insomnio solo cabe en mi mente la idea de ir a por ella de tenerla entre mis brazos y darle todo el amor que no he podido darle durante toda la semana que llevo esperando encontrarme con ella. Todos los sentimientos acumulados durante días, cargados de instantes en los que mi único consuelo se desliza de mi boca en forma de suspiro de saber que pese a todo nada va a poder separarnos y que me espera toda una vida junto a la persona que ahora beso.
Mi cuerpo se llena de una energía que no consigo describir, solo sentir; que me llena de la cabeza a los pies haciéndome perder totalmente la consciencia de la existencia. Pues la existencia para mi es en esos momentos las horas que voy a pasar con el amor de mi vida, todo carecería de existencia si ella no estuviera ahora mismo frente a mi sonriéndome.
Espero que lo sepa, no pretendo que vea todo el amor que le profeso, porque es prácticamente imposible, pero si espero que al menos pueda sentir la misma energía que se produce entre nosotros dos cuando estamos juntos y que nos une mediante vínculos invisibles.
No sé si es magia o si por el contrario puede explicarse científicamente pero lo que puedo asegurar es que es real, es tan real como que estoy tocando su piel con mis manos.
Caminamos de la mano por toda la ciudad, no nos diferenciamos tanto de los niños que dan la mano a sus madres por miedo a perderse, por miedo a desaparecer en ese peligroso, a sus ojos, cúmulo de personas, coches, ruidos, olores y grandes edificios que parecen querer comerse a las personas.
De vez en cuando acude a mi mente un pensamiento que me hace reflexionar, y es el hecho de que me empeño en actuar como si nos viéramos todos los días, como si ese momento que estábamos compartiendo el uno con el otro juntos formara parte de nuestra rutina, de nuestro día a día. Como si quisiera simular lo que sería un día normal, en nuestra futura vida juntos.
Otras veces pienso que estoy desaprovechando el tiempo y me detengo en medio de la calle para besarla o abrazarla. Pero… ¿Y el tiempo? ¿Qué ha pasado con él desde que nos vimos? El tiempo fue desterrado por la fuerza de nuestros sentimientos pero aun así librando una batalla contra nosotros haciéndolo pasar de forma rápida y vertiginosa.
Siempre estoy soñando, sino es con una cosa es con otra; en esos momentos en que estoy con ella el sueño que me ocupa mayor atención es el de vivir en un mundo en el que no deba preocuparme por el paso del tiempo, en el que no tenga que contar los días y las horas que me faltan para verla y en el que no tenga que controlar las horas y los minutos que me quedan para tener que despedirme de ella.
La naturaleza egoísta y caprichosa del ser humano a veces me hace olvidar que debo valorar el hecho de tan solo poder tenerla frente a mí al menos una vez a la semana.
Pero estaré aquí, no he dejado de estarlo y siempre lo estaré hasta que exhale lo último que me queda de vida. Este camino no lo vamos a atravesar solos y hasta que lleguemos a nuestro objetivo no habrá pasado en vano, pues esto seguirá…CRECIENDO.

sábado, 2 de octubre de 2010

Viviendo un sueño

Está comenzando el otoño, lo puedo notar. Corre una brisa refrescante que renueva el ambiente y ayer oscureció más pronto de lo normal…Claro, hasta hace poco estábamos en verano y los días parecían infinitos.
Recuerdo que cuando era muy joven, por esta época del año solía ponerme muy triste, porque no hacía otra cosa que pensar en la fugacidad del tiempo y en lo poco que, a mi parecer, estaba aprovechando mi vida. Sentía una impotencia que conseguía desmoronarme, al ser consciente de que no tenía nada por lo que sentirme satisfecho cuando llegaba el momento de decirle adiós a un día más.
Pronto eso cambió. Había aparecido en mi vida alguien que desde un primer momento consiguió sorprenderme sobremanera y además captó toda mi atención. No mucho después ya comenzaba a sentirme de alguna manera unido a esa persona y tampoco tardé mucho en intuir que iba a estar presente durante mucho tiempo en mi vida.
El tiempo pasó, algunos otoños se sucedieron hasta el momento en que apareció delante de mí el amor de mi vida. Y si, sigo hablando de la misma persona, la misma persona que me hizo descubrir los sentimientos más puros que hasta entonces había tenido. Pero el tiempo seguía pasando, aunque ahora de una forma diferente, ya que ella aparecía en cada otoño, en cada verano, en cada primavera y en cada invierno de mi vida. Ya no caminaba solo, nunca más caminamos ninguno de los dos solos; y diez años después de encontrarme con esa piedra preciosa que esperaba ser pulida, aquí estoy yo, frente a una gran ventana en el salón de mi casa viendo caer el sol en esta tarde de octubre mientras recuerdo todos y cada uno de los momentos que acuden a mi mente de los años, meses días e incluso instantes que he pasado con la persona más importante de mi vida.
He de confesarles que para mi satisfacción, después de todos los años que han pasado desde el primer momento en que la vi, soy capaz de seguir recibiendo al otoño con una sonrisa dibujada en mi cara, y con un brillo en mis ojos que consigue burlar la oscuridad que precede.
Iba a empezar a trabajar en un artículo que debo presentar la próxima semana cuando me acordé de que fue a ella a la primera persona que escribí cuando yo aún estaba empezando a hacerlo y recordé una promesa que le hice, la promesa de que siempre le escribiría. No sé si ella era consciente entonces de lo que significó para mí que dijera eso, pues yo supe en ese momento que ella realmente quería estar conmigo para siempre.
Ella está al llegar...Es preciosa, me da la sensación de que cada día más. Siempre vi el talento en ella y siempre procuré recordárselo. Estos días llega tarde de los ensayos, trabaja muy duro, pero cuando llega veo en sus ojos la felicidad que lleva por dentro de estar haciendo aquello con lo que siempre soñó.
Lo que más me gusta de nosotros es que siempre aprovechamos el tiempo que no tenemos que dedicar al día a día y a nuestros trabajos para ir cumpliendo poco a poco nuestra gran lista de sueños… o debería decir…planes, porque hasta ahora hemos ido cumpliendo cada uno de ellos.
Lo que más nos ilusiona son los viajes, todos los años dedicamos unas semanas a ir a alguna parte del mundo, en la que esperamos encontrar nuevas experiencias, conocimientos, aventuras y por supuesto poder sentirnos libres y hacer lo que mejor se nos da, hacer realidad los sueños.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Los años de nuestra vida

Cumplir años es algo que a lo largo de nuestra vida va cambiando en la forma en que nosotros lo concebimos. Cuando somos muy pequeños a penas somos conscientes de lo que significa haber vivido un año más de nuestra vida, pero un poco más adelante, cuando se va configurando nuestra personalidad y tenemos uso de razón, empezamos a darle importancia al hecho de ser un año más grande. La visión es entusiasta y alegre, ya que los niños proyectan en cumplir años aquellos anhelos que persiguen a todo niño, de convertirse en un adulto y de poder ser como aquellos a los que admiran, que en la mayoría de los casos suelen ser sus padres.
Pero todo esto comienza a tomar un matiz diferente, aunque manteniendo la base de querer hacerse mayor, cuando el niño llega a la adolescencia. Es entonces cuando los jóvenes dejan de tomar como modelo a seguir a sus padres, presentándose una situación totalmente contraria, pues es entonces cuando comienzan a ver los errores que los padres han cometido y a darse cuenta de que forman parte de generaciones diferentes, produciéndose una confrontación que siempre ha sucedido en esta fase entre padres e hijos.
En esta etapa los jóvenes ansían cumplir años para llegar a conseguir la mayoría de edad y desligarse del control paternal. Para poder disfrutar de la libertad con la que tanto sueñan, y que demandan con más ahínco que nunca.
Pronto llega ese momento tan esperado y en la mayoría de los casos muchos ya han dado grandes pasos en conseguir su libertad y autosuficiencia, por lo que cuando cumplen la mayoría de edad no lo ven de la forma que antes cuando eran más pequeños. Han alcanzado un grado de madurez que va dándoles la capacidad de adaptarse al mundo que les espera tras el comienzo de una nueva etapa en la que tendrán que enfrentarse a muchos problemas solos, sin la figuras paternas. Presentes ahora de forma simbólica y ejerciendo un nuevo papel, el papel de un apoyo moral y de consejeros para cuando tropiecen o estén en un mar de confusión, al no encontrar su camino.
Los años siguientes suelen ser los mejores y los que más se disfrutan a lo largo de la vida, ya que se viven muchas experiencias nuevas que se grabarán para siempre en la memoria.
SE comienza a encontrar una estabilidad en la vida personal y poco a poco también en la profesional. Entonces, sin que te des cuenta ya has llegado a los treinta años, y empiezas a echar una vista atrás para analizar tu vida hasta entonces, y te empiezas a preocupar por tu futuro y a pensar en el hecho de que los años no te llevan a conseguir más libertades o a vivir nuevas experiencias, sino que te llevan a pensar en la vejez y en el “tempus fugit”.
Tienes entonces la necesidad de crear una familia y como suelen decir, “sentar la cabeza”. Aquí termina una fase de tu vida en la que destinabas todo tu tiempo en ti mismo para comenzar a vivir para: criar, educar y ver crecer a unos hijos que seguirán aquí cuando tu ya te hayas ido, recordándote y siendo producto de lo que fuiste y les enseñaste. DE forma que te conviertes de una manera u otra en inmortal.
Lo más gratificante y confortante es cuando llegas a la vejez junto a la persona que quieres, con la que has compartido gran parte de tu vida, viendo cómo te irás de este mundo habiendo creado vida y habiendo sido feliz con aquellos que a ti también te han dado vida.
Eso te invade de una tranquilidad que es indescriptible y que hace que puedas mirar a la muerte a los ojos y sonreírle.

Las piezas de un puzle

Parece haber pasado mucho tiempo desde aquellas conversaciones que teníamos antes de conocernos en persona, en las que podíamos estar hasta entrado el amanecer hablando de las muchísimas cosas que íbamos a hacer cuando viviéramos juntos.
En aquellos tiempos montábamos pieza a pieza el gran puzle que conformaba nuestra futura vida juntos. Desde las cosas más simples y ordinarias como la repartición de tareas dentro de la casa hasta cuál sería el nombre de los hijos que íbamos a tener.
Cualquiera que tuviera constancia de esa usual práctica en nosotros, de soñar con nuestra idílica vida futura, pensaría que eran cosas de la edad, y que era muy normal que nos dejáramos llevar por la imaginación pero que no tenía ninguna importancia y que era muy posible que nunca se llegaran a hacer realidad ninguno de los sueños que en nuestras largas noches construíamos juntos, mientras en nuestros rostros se iba dibujando una sonrisa que venía sin previo aviso y sin intención de irse.
Pero hace tiempo, cuando todavía no me había atrevido a confesarle lo que ella significaba para mí, le prometí que algún día la llevaría a un concierto. Las personas que puedan leer esto no le darán la importancia que tanto para mí como para ella supone el hecho de compartir algo tan especial para nosotros como es la música.
Y ¿por qué la música? Porque fue la música la que nos unió cuando no éramos más que dos jóvenes desconocidos que decidieron mantener una conversación y descubrieron a medida que se desarrollaba la misma que compartían muchas cosas en común y que compenetraban de una forma especial.
Pues ha llegado el momento en que haga cumplir una de mis tantas promesas que fui haciéndole en todo este tiempo a la persona que ha conseguido llegar a mi corazón de una forma sin igual. Que pese a muchas circunstancias negativas y vicisitudes que se han sucedido a lo largo de estos años no ha dejado de estar en mi mente día tras día y que siempre ha existido un sentimiento ya sea ardiente o apagado, en mi corazón reservado para ella.
Ella no sabía nada de mi idea de llevarla a un concierto, pero en cuanto le he enseñado las entradas ha levantado la mirada para encontrarse con mis ojos y me ha sonreído. Me ha sonreído, con una sonrisa suave y serena pero segura a la vez que satisfecha. Esa mirada me recuerda que he conseguido hacerla feliz después de todo, y no sé si soy más feliz por compartir junto a ella tantos momentos o por ver qué puedo hacerla feliz.
Es la primera vez que vamos a un concierto y estamos los dos muy ilusionados. Sabemos que aunque sea una cosa que pueda parecer de poca importancia, para nosotros simboliza el principio de una historia en la que daremos los primeros pasos hacia un futuro que nos deparará muchas más experiencias, capaces de unirnos cada vez más.
Los dos tenemos muchos sueños por cumplir y muchas metas que alcanzar y para ello debemos trabajar muy duro y nunca rendirnos. Pero para eso nos tenemos el uno al otro, para no dejar que ninguno de los dos se rinda y para que podamos ser felices juntos habiendo conseguido lo que nos proponíamos.
Las promesas que le he hecho y que iré cumpliendo, a medida que pase el tiempo y tenga capacidad para hacerlo, serán las piezas del puzle que harán posible que nuestros sueños invadan la realidad.
Hasta entonces los dos disfrutaremos de experiencias juntos, como este concierto para que en un futuro podamos contarle a nuestros nietos como empezó todo de una forma mágica y especial. No porque así lo contaremos, sino porque así lo viviremos.

lunes, 30 de agosto de 2010

La historia de nuestros padres

Si me parara a pensar las horas que ha invertido mi madre para tratar de contarme la historia de su vida desde que conoció a mi padre hasta que tomaron la decisión de comenzar una vida juntos y crear una familia descubriría que son más de las que parecen, y aunque de la sensación de que siempre nuestros padres nos cuentan lo mismo no es nunca la misma historia la que te cuentan cuando tienes 10 años a cuando tienes 17. Podemos atribuirlo a que se les escaparan detalles o a que tergiversaran la realidad, como suele pasar cuando cuentas algo que te ha sucedido tiempo atrás. Se adapta a la realidad del momento, es como si reviviéramos un suceso y tuviéramos la capacidad de cambiar algunos matices que hacen que la historia sea más emocionante, a la vez que le da cierto carácter mágico e intrigante que para un niño curioso y ávido por conocer la historia de su familia como yo se convierte en algo muy atrayente.
No recuerdo la primera vez que alguno de mis padres decidió contarme algo de su historia, solo puedo recordarlas; algunas que me han repetido más de una vez, otras que han sido perfiladas a lo largo de los años y otras que fueron contadas en un momento dado y que pocas veces tengo la oportunidad de que me las recuerden.
Pero lo que si se es que en mi vida he prestado mucha atención a las vivencias que me iban narrando y en mi imaginación los intentaba situar en el contexto y eso hacía que mi apego hacia ellos creciera y me interesara por seguir conociendo más y más, por lo que los alentaba para que prosiguieran y añadieran los mayores datos posibles. He llegado incluso a estar horas escuchando a mi madre contarme estas historias, pero aunque las hubiera escuchado antes, algo dentro de mi me decía que no podía pararla, tenía que dejarla seguir, porque tarde o temprano llegaría ese momento tan esperado para mí. El momento en que de sus labios surgieran: nuevos datos, nuevas personas, sucesos, aclaraciones. Todo nuevo para mí se convertía en algo sustancial, como quien está formando un puzle y está totalmente concentrado buscando una pieza que encaje en lo que ya está formado y siga completándolo de esa manera: poquito a poco, con cosas que a simple vista pueden parecer insignificantes pero que tras la mirada del protagonista se convierte en un descubrimiento asombroso.

Desconozco la razón exacta por la que me llama tanto la atención la historia de mi familia, pero cada vez que me cuentan algo nuevo mi mente recrea todas y cada una de las escenas convirtiéndome yo en un espectador del pasado de aquellos que son importantes para mí.
Yo tengo clara una cosa, y es que me es totalmente necesario conocer cada uno de los detalles del pasado de mi familia para poder entender su forma de ser, de pensar, de actuar… Nunca le damos la suficiente importancia en nuestra vida a aquello que dejamos atrás cuando pasamos una página en el gran libro de nuestra vida.
Debemos girar la vista atrás de vez en cuando y; reflexionar sobre aquello que nos hizo fallar para no volver a cometer el mismo error, añorar aquello que tuvimos y no hemos vuelto a tener, sonreír al pensar en los buenos momentos que compartimos con los que queremos y sobretodo hacerle frente a todo lo que en su momento nos provoco sentimientos de tristeza, de ira, de frustración o de impotencia para que de esta forma ahuyentemos los fantasmas del pasado que muchas veces se convierten en pesadas cargas que nos impiden avanzar en el camino y sin saberlo, no nos dejan ser libres.

jueves, 5 de agosto de 2010

Razón de ser

Un hombre vivía en una cabaña cerca del mar en plena costa del Mediterráneo, en la zona de provincias, Italia.
Era un hombre de edad avanzada, altura media, complexión fuerte y con una imagen despreocupada.
Vivía aislado de todo y de todos. Su mirada siempre estaba escondida, ya fuera por una gorra o unas gafas.
Era muy serio y callado, a todas luces se veía que escondía algo y que la razón de que estuviera en ese sitio tan alejado de la población daba a entender que quería pasar inadvertido y vivir una vida anónima.
Todos los días cogía una barca que había construido él hace tiempo para ir a pescar. Se sentía seguro en ese sitio, o al menos eso es lo que él pretendía creerse así mismo.
A simple vista se podría decir que ese hombre nunca fue nadie, nadie importante, nadie que pudiera llamar la atención entre la gente. Pero nada más alejado de la realidad, puesto que ese hombre años atrás había sido uno de los más ricos y famosos del país. Llegó a dirigir uno de los de bufetes de abogados más prestigiosos de Italia, llevando los casos de las personas más reconocidas de la alta sociedad que confiaban en su talento y su total dedicación a su labor.
Se codeaba con la alta sociedad y era invitado a las fiestas más selectas que realizaban personas del mundo del arte y la moda, además de políticos.
Tenía mucho dinero y su inteligencia hacía que sus beneficios se multiplicaran a través de inversiones y participaciones en empresas prestigiosas del país.
Por alguna extraña razón un día decidió que ese camino que estaba llevando no era el que deseaba, ni con el que había estado soñando durante su vida, algo que le resultó muy fácil de asumir teniendo en cuenta que creía que todo lo que en ese momento poseía le iba a otorgar la felicidad. Pero a medida que paso el tiempo su alma fue la primera en advertirle de que las cosas iban mal y el único modo en que se comunica el alma es a través de la mirada.
Este hombre se llamaba Benoni, su alma le gritaba todos los días que se estaba destruyendo, estaba acabando su tiempo y no había encontrado una razón de vivir. Cuando se dio cuenta no pudo aguantar más la frustración y decidió desligarse de todo lo que lo relacionaba con la vida anterior. Lo dejó todo para irse a vivir a una vieja casa que había heredado hace mucho tiempo de su padre.
Se dio cuenta de que al no haber encontrado el sentido a su vida era mejor reconciliarse con su alma, y eso solo se lo podía dar la paz y la tranquilidad que se consigue cuando uno se encuentra a sí mismo.
El vio la manera de hacerlo en esa cabaña, aunque la soledad y el silencio le ayudaban a pensar, a reflexionar y a tener la impresión de que el tiempo se detenía, cada mañana cuando se miraba al espejo se encontraba con su mirada, las puertas de su alma, y su alma le decía que aun faltaba algo por hacer…
Pero fue un día en que Benoni estaba solo en su barca cuando se dio cuenta de qué es lo que no había encontrado, qué es lo que le faltaba. Y lo que habría hecho que su existencia no tuviera valor era el amor.
Benoni se dio cuenta de que había perdido muchos años de su vida esforzándose en conseguir llegar a lo más alto y triunfar en la vida, pero para ello tuvo que alejarse de todas aquellas distracciones de la vida que pudieran perjudicar su ascenso a lo más alto.
Benoni olvidó lo que era el altruismo, no sabía lo que era hacer algo por alguien sin razón aparente. No podía permitirse noches sin dormir pensando en una persona, en su mirada, en sus gestos, en su sonrisa, en sus manos, en su pelo, en el tacto de su piel, en su manera de reír, de llorar. No podía permitirse el tener que sacrificarlo todo por eso que llaman amor y que el consideraba un obstáculo que no podía permitirse.
Lo que Benoni no supo hasta esa mañana en que pensó en el amor en su barca es que todo lo que había conseguido en su vida no le servía para nada si no tenía a alguien con quien compartir ese sentimiento de felicidad y de orgullo, de satisfacción por el éxito.
Ese sentimiento que cuando se comparte con la persona que amas se multiplica, porque el triunfo no ha sido el conseguir todo lo que te proponías en la vida, sino el conseguir que alguien sea testigo de tus logros y los tome como suyos propios, dándole felicidad a la otra persona y sobre todo el que alguien te recuerde cuando tu ya no estés, no por lo que llegaste a conseguir, sino por los sentimientos que creaste con otra persona.

miércoles, 4 de agosto de 2010

El reloj de arena

El tiempo es mucho más pesado cuando te embarga un sentimiento de nostalgia al esperar la llegada de ese momento mágico en el que dos personas que están enamoradas se encuentran tras mucho tiempo; sin escuchar su voz, sin sentir su respiración hacerse profunda hasta llegar a convertirse en un suspiro exhalado por el amante que no encuentra otra manera de expresar lo que significa tener cerca a quien consigue cortarle la respiración solo con mirarle.
De alguna forma es siempre esa eterna espera la que hace que los sentimientos se afiancen en los corazones de los amantes y los haga más fuertes y reales.
Es una fase por la que han pasado todas las parejas a lo largo de la historia y algo que es imposible de burlar, esquivar o evitar. La espera siempre va a estar presente en la analogía del amor ya que es lo que verdaderamente hace que las personas apreciemos o valoremos aquello que no tenemos o que nos cuesta conseguir ya que aquello que se nos otorga sin que se nos presente ninguna dificultad o sin que nos ponga a prueba de alguna forma, acaba convirtiéndose en algo que se nos antoja indiferente, poco valioso…por lo que acabamos perdiendo todo el interés y la pasión que nace en el momento en que dos personas descubren que sus sentimientos son recíprocos y correspondidos.
El tiempo solo puede ser vencido si estamos dotados de la fuerza de voluntad necesaria para sopesarla pese a la dura prueba que supone para el alma. Además los sentimientos tienen que ser puros y reales, y no estar contaminados por interés, egoísmo o hipocresía.
El problema de la sociedad actual es que se ha vuelto cada vez más interesada, egoísta e hipócrita.
Los sentimientos han quedado relegados a un segundo plano, además de la dignidad y el pensamiento de llevar una vida seria y correcta, que se ha sustituido por la búsqueda a cualquier coste del disfrute del momento. El tan proclamado lema, desenterrado de la antigua Roma, Carpe Diem.
El citado Carpe Diem se ha traducido en una carrera por conseguir todos los caprichos que la vida pueda otorgarte sin tener en cuenta al resto del mundo y sólo utilizándolos para su propio beneficio. De este modo el altruismo y la generosidad no son más que meras palabras que se han quedado en los sueños del frustrado idealista.
El ser humano necesita poner a prueba a su corazón exponiéndolo al dolor, el sufrimiento, la desolación y la espera.
Esta es la única manera que tiene una persona de comprobar si es capaz de, como se suele decir, hacer lo que sea por amor.
Cuando el silencio se apodera de todo a tu alrededor y no hay nada que consiga distraerte y que evite que tu mente divague y puedas escuchar claramente a tu alma susurrarte lo que normalmente es difícil que puedas escuchar. En momentos como éste estás sólo contigo mismo, y si eres valiente puedes enfrentar algunas cuestiones que se te plantean sobre ti mismo y sobre tu vida.
Pero si en la soledad y el silencio tú sientes que realmente no estás solo en este mundo, quiere decir que no hay ninguna duda de que alguien ocupa tu corazón y de que hay alguien esperando por ti en otro lugar. Por lo que además de compartir sentimientos, los seres humanos podemos compartir sensaciones pese a la distancia, y eso nos confiere la capacidad de tener una experiencia mágica e indescriptible que suele desembocar en el comienzo de un nuevo camino en el gran viaje de la vida.
Un camino que comenzará cuando las personas que esperan el encuentro, lleguen finalmente a ver los frutos de la paciencia y la voluntad inherente en el ser humano.

El miedo

A lo largo de la historia el miedo ha acompañado al ser humano, desde la creación de las primeras civilizaciones a la compleja estructura social actual.
El miedo ha servido en diversas ocasiones como medio para someter al pueblo bajo control. Sobre todo en política se puede ver que en determinados momentos de la historia, en los que el Estado necesita provocar que el pueblo esté de acuerdo en algo, como por ejemplo la necesidad de empezar un conflicto bélico con otra nación, pues se bombardea al pueblo con propaganda contra dicha nación, utilizando en algunos casos la demagogia, o quizás yendo mas lejos, utilizando el miedo, que nunca falla. Si a una comunidad se la advierte, se la bombardea en los noticiarios, periódicos, radio y demás de actuaciones producidas por la otra nación, como: destruir un poblado, violar a unas niñas, quemar una parroquia, asesinar indiscriminadamente a un grupo de personas…Todas estas noticias van haciendo mella en el espectador, que asimila todos estos datos convirtiéndolos en un odio personal, de esta forma empiezan las guerras.
También ha servido como medio de ganar dinero para algunas empresas farmacéuticas que quieren ver maximizados sus beneficios, y junto con la colaboración de los medios de comunicación y del Estado, tiene asegurado el miedo en la sociedad frente a una enfermedad contagiosa, aunque se pueda demostrar que los balances de muertes a causa de esa enfermedad no tiene ni punto de comparación con otras enfermedades infecciosas similares con las cuales convivimos diariamente.
Durante los grandes conflictos de la historia podemos ver cómo los bandos contrarios utilizaban esta arma tan poderosa como es el miedo para desmoralizar al bando contrario, por ejemplo, la tortura o la forma de exponer los cuerpos de los caídos de formas atroces e inhumanas. El acto de violar a las mujeres y niñas del bando contrario es otra forma de influir con el miedo en el bando contrario, y de desmoralizarlo. También se puede recordar cómo desde los tiempos del Imperio Romano se utilizaban tambores con sonidos estridentes para provocar miedo al bando contrario, o los gritos rabiosos de batalla por parte de las tribus bárbaras.
Durante la segunda guerra mundial en Stalingrado se utilizó un método para provocar la rendición de los alemanes, que fue el de utilizar bocinas que producían un tic tac cada cierto tiempo dando a entender al bando contrario de que se les acababan los suministros.
Pero podemos sacar esto del ámbito bélico y político y trasladarnos a la religión, donde también el miedo ha sido clave para el sometimiento de los fieles.
Desde los principios de la religión se establecía que existía un ser superior que lo dominaba todo, un ser omnipotente y omnisciente al cual se debía temer y respetar y para poder acceder después de la muerte a un lugar mejor había que seguir unas normas de conducta y evitando en todo momento el pecado que se manifiesta de diversas formas y que es castigado severamente por Dios. Otras religiones como el budismo utilizan el miedo de forma totalmente diferente, en vez de evitarlo se busca dominarlo y controlarlo.
Todo el mundo sabe lo que es el miedo. Lo localizamos en las películas que vemos en el cine de terror, cuando alguien nos da un susto, o cuando sentimos peligro por nuestra vida. Pero pocas personas se paran a pensar la importancia que tiene el miedo en la cotidianidad de nuestra vida, no se hacen una idea de la influencia que tiene sobre nosotros y lo que provoca en nosotros. El miedo es capaz de sacar lo peor y lo mejor de nosotros mismos, es capaz de sacar nuestro lado más instintivo.
En conclusión, de forma individual el miedo es algo con lo que cargamos durante toda nuestra vida. Es un saco que llenamos de aquellos miedos que nos atemorizan a lo largo de la existencia, como la muerte, la soledad, la vergüenza, el fracaso…Con todo esto cargamos durante toda nuestra vida y lo aceptamos como algo natural con lo que debemos convivir, pero que tanto nos influye durante el largo camino que debemos recorrer hasta morir.

Encuentro de sentidos

Me encontraba esperando en la puerta del restaurante a que aparecieras desde algún lugar al otro lado de la calle, y me pasé los minutos que corrían analizando las caras de las personas que delante de mí transitaban. El frio me calaba hasta los huesos y no sabía qué posición tomar para resguardarme de él. Es curioso lo que provoca en nosotros la noche y la soledad, nos agudiza los sentidos hasta niveles insospechados que están lejos de lo ordinario a lo que estamos acostumbrados. Todo sonido, luz, olor… se vuelve más significativo que nunca para nosotros y por un momento nos acercamos a los animales, que nos superan significativamente en la capacidad para utilizar todos sus sentidos.
De repente sentí un impulso desde más allá de mis sentidos que me advirtió de tu presencia desde antes de que aparecieras por la esquina y mis ojos se encontraron con los tuyos en el instante preciso. La noche estaba oscura y cargada de un aire denso que se impregnaba en todo lo que había y que envolvía todo el entorno de un cierto aura de misterio y de tensión. Quizás hayan sido mis propios sentimientos los que influyeron para que lo interpretara de esa forma, realmente no lo sé.
Cuando nos disponíamos a entrar, el acto de abrir las puertas fue un gran choque que no paso desapercibido para mí y estoy seguro que tampoco para ti. Fue esa fusión de olores, que provenían de todas las mesas que se encontraban flanqueando nuestro camino hacia la nuestra, lo que nos embargó y nos sacó del bullicio y la polución de las calles de la ciudad para introducirnos en una realidad paralela, en la cual se detiene el tiempo para satisfacer al ser humano y darle fuerzas para seguir su camino. Y es que es para nosotros la gastronomía un universo al que nos acercamos cada cierto tiempo y todo nuestro ser es consciente de la importancia que puede tener el disfrute de una velada junto a la persona que quieres y una carta sugerente, siempre capaz de sorprenderte.
Es aquí donde entra el chef, que cada mes cuando acudimos a su restaurante nos deleita con una de sus innovaciones y somos afortunados de considerarnos parte de su “comité de cata”, de forma informal claro.
Es todo un ritual lo que llevamos a cabo desde el momento en que nos sirven el plato hasta que nos los retiran, ya que nos tomamos muy enserio el hecho de degustarlo, y deben realizarse unos pasos que seguimos rigurosamente y que no siempre tenemos la oportunidad de aplicarlos en nuestra rutina diaria, debido al estrés al que estamos sometidos por el desasosiego que nos produce nuestro modo de vida.
Pero si algo debo resaltar de relevante importancia en este tipo de noches es el encontrarnos frente a frente en un lugar poco ordinario, cargado de magia, y cada cierto tiempo acercando nuestras manos de forma casual y sutil, sintiendo el leve tacto del otro, recordándonos que seguimos juntos. Aprovechando al máximo el momento, cada segundo, que provoca que de una manera u otra, se detenga el tiempo.

La espada de Excalibur


Nos pasamos la vida intentando darle una explicación a todo lo que nos pasa, todo lo que ocurre en el mundo, todo lo que vemos; e incluso lo que no vemos.
Intentamos definir cosas tan imposibles de definir como son el odio o el amor.
Vivimos atrapados en una espiral que nos absorbe y nos liquida convirtiéndonos en seres incapaces de vivir por vivir. El problema del hombre es su empeño por complicarlo todo y convertir algo tan simple como es necesitar a alguien cerca en el tormento del amor. Que nos hace débiles y vulnerables.
Cuando nos enamoramos somos incapaces de razonar y encontrar una estabilidad. Además nos preocupamos por conocer las razones por las que amamos sin comprender que no hay razón en lo irrazonable.
Los científicos se centran en analizar los efectos del amor en el cerebro de las personas. Los sociólogos se ocupan de estudiar comportamientos generales, y especular sobre los porqués del amor.
Yo he llegado a la conclusión de que el problema de estas personas es que dedican demasiado tiempo a darle lógica a nuestro mundo y mientras se están perdiendo la maravillosa experiencia de la vida, en la que cometemos errores o encontramos una persona que es capaz de llenarnos ese hueco que hasta entonces estaba vacío y no conseguíamos llenar aún llevando una vida idílica con todo lo que se puede considerar necesario para ser feliz.
Ese hueco es comúnmente localizado en el corazón o en el alma, pero sabemos que no ocupa un lugar físico y es imposible sacar algo de él como si extirpáramos un tumor.
Pero esta realidad metafísica “adimensional” e infinita en la que se encuentran nuestros sentimientos es mucho más vulnerable que cualquier parte de nuestro cuerpo y tiene una capacidad especial para regenerarse tras ser dañado o atacado de una forma que a la larga nos perjudica a nosotros mismos.
El síntoma más grave en estos casos es la perdida de fe. Una fe que es más importante que cualquier fe religiosa. Es la fe en el amor.
Estas personas se vuelven más frías y distantes, además de escépticas; y si no se curan pronto corren el peligro de que este mal evolucione y pierdan la credibilidad en cualquier persona que se les presente y toque a su puerta pidiéndoles entrar. Inmediatamente esa parte adimensional de nosotros mismos activa un sistema de defensa inquebrantable que atemoriza a la persona que ha intentado entrar en su vida.
Dependiendo de la persona y de su fuerza de voluntad además de la pureza de sus sentimientos la insistencia será mayor o menor pero llegará un momento en que la impotencia que sienten frente a esa defensa hará desistir al visitante.
Con ello la soledad será la única compañía de estas personas que han sufrido por amor, sintiéndose prisioneros de sí mismos.
De vez en cuando ocurren casos excepcionales y extraordinarios en que uno de estos visitantes consigue atravesar esa defensa supuestamente impenetrable. Lo que me hace recordar al mito de la espada de Excalibur y el joven Arturo que después de los intentos de varios fornidos hombres es el único capaz de sacarla de la roca en la que está incrustada. Esa espada era muy poderosa y no pretendía ser empuñada por cualquiera, de este modo prefería esperar hasta encontrar al adecuado.
Esto me hace reflexionar y llegar a la conclusión de que en cierta manera existe el destino, y como hay espadas que eligen quien debe empuñarla, hay corazones que eligen a quien dejar entrar y ocupar ese hueco que tanto anhelamos llenar... Porque como hay espadas especiales hay corazones que también están atrapados en una roca que las cubre.
Pero llegará el día en que el adecuado conseguirá librarlo de esa prisión. Pero para ello debe tener valor y en este mundo de paradojas suele suceder que los elegidos se ven incapaces de lograrlo y les cuesta intentarlo por miedo a fracasar…