lunes, 13 de febrero de 2017

Mi abuela

A lo largo de la vida, las personas viven miles de experiencias día a día que las configuran de una u otra forma hasta conformarse la persona que realmente son.

Estas experiencias son en ocasiones positivas. Pero las que de verdad suelen dejar una impronta en nosotros son aquellas, amargas o agridulces, que nos afectan a nuestra forma de concebir el mundo y a nosotros mismos.

Hace muy poco, una de estas experiencias amargas ha llegado a mi vida y a la de las personas más importantes que me rodean. Se trata de la repentina aparición de esa sombra oscura que nos acecha a todos y que su propia palabra produce un tabú; el temor de invocarla con tan solo nombrarla. Me refiero, como muchos ya habrán podido imaginar, al cáncer.

Mi abuela comenzó a manifestar síntomas anormales de pérdida de visión y mareos, hará unas dos semanas. Al principio todos nosotros tratamos, en general, de no darle mucha importancia; posiblemente debido a nuestra incapacidad para concebir que algo malo le pueda pasar a la persona que queremos. Pero pronto, todo se volvió oscuro y el tiempo parecía detenerse cuando nos informaron de que tenía alojado un tumor en la cabeza, cerca del ojo.

Pasaron varios días en los que mi familia trataba de asimilar todo lo que estaba ocurriendo de repente, sin avisar. Porque lo que tiene esa sombra oscura es que aparece sin dar tiempo a nada ni a nadie.

Pronto llegó un halo de esperanza; cuando los médicos que la observaban apuntaron la posibilidad, casi con certeza, de que se tratara de un tumor benigno operable. Es en estas ocasiones cuando nos damos cuenta de la desesperación y anhelo que sentimos de aferrarnos a un hilo de esperanza que nos empuje a levantarnos y acompañar en esa lucha que a mi abuela le había tocado librar.

Cuando sucede algo así, las personas tienden a manifestar lo más profundo de sus almas. Dejan al descubierto su personalidad en su estado más puro. La mayor parte del tiempo nos comportamos adaptándonos al juego de la vida; pero es en estas ocasiones cuando quitas esas máscaras y dejas ver tu esencia.

Además; la asimilación de un suceso negativo que nos afecta directamente o a alguien a quien queremos, se expresa de formas muy dispares entre las personas. Algunas asumen un rol de fortaleza; actúan como contrafuertes para los demás y para la persona afectada. Otras son más débiles, y se refugian en el cariño de los demás como una búsqueda de llenar ese vacío que experimentan ante el dolor. Finalmente, están las que tienden al aislamiento y a la negación, por su incapacidad para enfrentar la realidad más cruda.

Es importante para mi hacer entender que no hay una reacción ante el dolor que sea mejor o peor que otra; solo son diferentes manifestaciones que nuestras emociones tienen de la realidad. En estos momentos, para mi, lo más importante es que los lazos que nos unen entre todos los que formamos parte de la vida de mi abuela se vuelvan aún más fuertes ahora que nos toca esperar, tener paciencia y no perder nunca la esperanza.

Siempre he sabido lo importante que ha sido y es mi abuela en mi vida y en la de mi familia. Desde que tengo memoria ella ha sido una figura que ha actuado como lazo inquebrantable de aquellos que la rodean; y en concreto de mi familia.

Ella me ha enseñado desde que soy muy pequeño los valores y los principios que inculcó a mi madre; que yo trato día a día de mantener vivos. También me ha enseñado el preciado regalo que nos otorga formar parte de una familia unida; y toda su vida y su dedicación han ido enfocadas a cuidarnos y darnos el amor que solo una madre y abuela pueden darnos.

Ahora que se acerca el momento de su recuperación, tras haber logrado eliminar esa amenaza oculta, he decidido escribirle ésto. Con la intención de darle las gracias por todo lo que he aprendido de ella; por estar siempre ahí animándome a luchar por mis sueños. Por ver en mi el valor de mi mismo, que muchas veces me cuesta ver; y por ser siempre un apoyo en los momentos difíciles, no sólo para mí; sino para todas las personas que quiero.

Sé que no puedo comparar mi unión y relación con ella como la que tiene un hijo con su madre; pero lo que ha ocurrido en estas últimas semanas me ha hecho sentir la sombra del miedo ante la posibilidad de perder a mi propia madre. Una madre es una figura muy importante en nuestras vidas que, su presencia permanente, nos hace muchas veces olvidar que algún día ya no estarán.

Se produce un vacío y un cambio en nuestra forma de ver el mundo cuando esa figura desaparece; y muchas veces nos quedamos con la pena y el remordimiento ante la posibilidad de no haberle agradecido lo suficiente todo lo que ha sido para nosotros. Un simple abrazo y unas palabras de cariño que nos olvidamos de otorgar a esa persona tan importante para nosotros; y que sentimos que ahora ya es tarde.

Sólo deseo que todo ésto termine de forma positiva y que pronto puedas leerlo, para que sepas que nunca dejaré de valorar y demostrar lo importante que es mi madre para mi. Que no dejaré que me venza la desesperanza ante la consecución de mis metas y que trataré de hacerte sentir orgullosa de mi. Una vez más, gracias.

La lluvia

Es extraño el efecto que provoca la lluvia en las personas. A menudo, cuando se habla de ella, suelen existir disparidad de opiniones a la hora de decidir si les gusta o no.
A unos la lluvia les reconforta, por ejemplo, la humedad del aire o el sonido de las gotas golpeando el marco de la ventana. Son estímulos positivos para esas personas que dicen "adoro la lluvia".

En mi caso, no sé si debido a algún trauma del pasado o si se trata de la nostalgia de un verano más que dejo atrás; pero la realidad es que la lluvia provoca en mí un sentimiento de apatía y desgana que me atrapa entre los muros y las ventanas de mi casa; y por ende, me hace sentir que se me escapa el tiempo, las experiencias no vividas ahí fuera y en definitiva, la vida.

Es también curioso como la lluvia suele desencadenarme dolores de cabeza. Hasta ahora no sé si se trata de algún efecto secundario de un traumatismo del pasado o si simplemente es producto de mi mente; pero responde así a mi rechazo al mal tiempo.

Para mí es muy aceptable que ciertas personas digan que les gusta la lluvia y que disfrutan de ella; o aquellos que se mantienen en una posición neutral y sostienen que la lluvia les gusta pero para estar tirados en el sofá de sus casas.

Lo que es innegable de todo ésto que estoy hablando es que el clima influye significativamente en el estado de ánimo de las personas. La clave para sostener esta idea viene de la gran cantidad de datos sobre índices de depresión, suicidios y adicción al alcohol en los países nórdicos y del Este. Ésto ya no se trata de una especulación o una visión subjetiva de los hechos; se trata de una realidad que viven todas aquellas personas que deben adaptarse a un entorno donde los días en invierno duran escasas horas, las temperaturas son muy bajas y si no es la lluvia es la nieve la que domina las calles durante gran parte del año.

En ocasiones he leído que el clima condiciona incluso la personalidad, y para mi es innegable que ésto es absolutamente cierto. Al igual que se ven esos índices altos de depresión en los países nórdicos, pese a tener un nivel de vida con un promedio alto y muy buenos servicios sociales.

En el caso yuxtapuesto, podría hablar del caso de Cuba. A menudo, cuando hablo de Cuba, las personas que vienen de allí coinciden en afirmar que en la isla no existe la depresión. Al principio me resultó exagerado e incluso chocante; pero cuanto más lo pensaba más razones veía para darles la razón. En cuba las condiciones de vida no son muy altas y el acceso a la mayoría de privilegios del mundo occidental es más limitado. Pero, aún así, cuando viajas a ese país y descubres sus rincones, notas el sol tostando tu piel y te infectas del buen humor y carisma de sus gentes, te das cuenta que efectivamente no puede existir la depresión en un sitio así.

En definitiva; lo que quiero decir con todo ésto es que la lluvia nos aporta infinitos beneficios para la Tierra y para nosotros mismos. Pero cuando naces y creces en un lugar donde prácticamente no sale el sol o la lluvia te impide disfrutar tranquilamente de estar en la calle, tu personalidad se configura de una forma muy diferente a la de aquellos que crecen tostados por el sol caliente, el agua templada y las calles abarrotadas de gente que se animan a compartir el buen tiempo.

Escribo ésto siendo yo mismo un canario que se siente muchas veces atrapado por la lluvia incesante que cae en la ciudad; y que no puede evitar la necesidad de que el sol brille para él haciéndole sentir en casa.