martes, 3 de febrero de 2015

La identidad sexual

No siempre se ha asociado la expresión sexual que se aleje del molde heterosexual y monógamo con algo poco común o fuera de las reglas de lo políticamente correcto. En las culturas de la Antigüedad, la sexualidad estaba muy presente en la sociedad en todas sus manifestaciones y asumida con naturalidad; libre de cualquier tipo de prejuicio. En estas culturas como por ejemplo la Romana, que es la más reconocible y fácil de extrapolarnos a ella; las relaciones sexuales constituían una parte fundamental y cotidiana de las vidas de sus ciudadanos. Tanto es así, que además de en la intimidad de las domus de cada cual, era corriente que se encontrasen incluso en festividades o celebraciones religiosas; como en las que se veneraba a un Dios con un apetito sexual insaciable; asociado a la imagen de un fauno en la mitología Romana y denominado "Pan" en la Griega. Pero, además de ésto, nos podíamos encontrar con auténticas bacanales romanas que contenían todo tipo de actividades. Desde comidas grandiosas, música o recitales, a auténticas orgías; en las que sus invitados daban rienda suelta a sus instintos más primarios. Aquí es cuando quiero llegar al núcleo del tema a abordar en este escrito, en este aparente "desmadre" y libertinaje nos encontramos con algo que, en nuestro mundo tal cual hoy lo concebimos ( o por lo menos hasta hace bien poco), es completamente extraño. Entre los encuentros sexuales que en estas fiestas se celebraban, existían muy usualmente encuentros entre personas de un mismo sexo. Estas personas de ninguna forma se definían a si mismas como homosexuales, ni tampoco como bisexuales; simplemente tenían una absoluta libertad de expresión sexual. Es entonces cuando comenzamos a cuestionarnos porqué, si desde entonces tenían tan asumida con naturalidad que las relaciones sexuales no pueden ajustarse a los moldes que mencionaba al inicio de este escrito, nos ha costado tanto e incluso hoy nos cuesta deshacernos de los prejucios y tabúes asociados a la sexualidad. La razón, seguramente, todos ya la tengan en mente; y está asociada al atraso y letargo del avance de la humanidad en muchos ámbitos tanto culturaes como científicos. Estamos hablando de la gran Era de la cristiandad. El mundo occidental vivió un cambio trascendental, que ya se venía gestando desde los últimos tiempos del Imperio Romano y que, con la caída del mismo, dio lugar al surgimiento de una sociedad, en prácticamente toda Europa, sumida bajo el yugo de la dogmática religión cristiana. Su poder iba más allá del religioso; estaba presente en la política y la educación. Todo pasaba por el control y filtro de una estructura religiosa que reprimió cualquier expresión que su jerarquía considerase "poco cristiana", o que atentara contra la "voluntad de Dios". Esa supuesta voluntad divina nos contaba, a través de un conjunto de parábolas y palabras recogidas de un emisario de Dios, cómo debíamos comportarnos, relacionarnos con los demás, pensar y en definitiva vivir. Entre las cosas que pasaron por el influjo de esta Era se encontraba la sexualidad. Todo lo relacionado con ella se convirtió en algo más que un tabú; ahora comenzamos a vivir como se imponía la idea de que solo se podía concebir las relaciones entre un hombre y una mujer, y cualquier relación extramatrimonial era condenada tanto por la divinidad como por las autoridades políticas (aunque en la práctica ésto era incontrolable). Incluso iban más allá, y el propio "placer" era reprimido y concebido como un pecado. La mujer no podía mostrar bajo ninguna circunstancia que disfrutaba del acto sexual; pues su sentido único era el de procrear y traer al mundo descendencia. Por supuesto las relaciones homosexuales se comenzaron a considerar contranatura y generaban rechazo o incluso odio cualquier expresión sexual de este tipo. Con el paso de los siglos ésto se mantuvo en las bases de la moralidad y los patrones de conducta de la sociedad. Pero, como era previsible, en la intimidad y fuera del alcance de los ojos inquisitores estas prácticas continuaron existiendo. En la actualidad, aunque hemos conseguido despojarnos de muchos de los prejuicios y dogmas impuestos por la jerarquía religiosa, o podemos deshacer siglos de establecimiento de unos pensamientos y sobretodo de unos tabúes. Estamos viviendo, posiblementem una revolución en cuanto a libertad de expresión sexual; que se puede palpar en las calles, en la televisión e incluso en los propios hogares. En los que alguno de sus miembros asume y declara su condición homosexual o bisexual. La peor lacra contra la que actualmente debemos luchar y nos enfrentamos diariamente en la sociedad es la asociación de homosexualidad o bisexualidad con libertinaje; es la visión de las personas con esta identidad sexual como promiscuos, sin ningún tipo de moralidad o seriedad. Los que no tienen madurez ni seriedad son aquellos que están cargados de prejuicios y miedos; pues todo se basa en el miedo a lo que desconocen o se aleja de lo que les han enseñado durante años. Pero, en realidad, no dejan de ser víctimas de siglos de represión cultural. Por eso, en cierta manera las personas que fueron pioneras en asumir su homosexualidad actuaron con rebeldía; liberandose de la presión de tener que esconder una parte de ellos mismos. Ésto los llevaba muchas veces a actuar de forma promiscua; aunque tampoco debería ser juzgado, pero que no deja de ser un acto de rebeldía. Existe una realidad, más usual de lo que muchos somos capaces de asumir, personas que se declaran completamente heterosexuales y que incluso se sienten realmente como heterosexuales pero a lo largo de sus vidas viven episodios en los cuales experimentan momentos puntuales de homosexualidad. Y ésto ocurre con más frecuencia de la que podemos imaginar; mas casi nunca es asumido por dichas personas ya que lo esconden presionados por los convencionalismos sociales. En el caso contrario, nos encontramos con personas que se sienten homosexuales pero están tan influidos por los dogmas, impuestos por la religión y arraigados posteriormente en la cultura social, que viven toda la vida (o prácticamente toda ella) negándolo. A lo largo de la Historia en ciertos contextos como son las guerras, o cuando las personas se encuentran en condiciones atípicas como es la carcel, se observa como muchas personas vievn experiencias homosexuales. Que van más allá de la propia mentalidad de la persona; responde a algo más básico y primario que son los instintos. Las respuestas biológicas (hormonales) nos inducen en estas circunstancias a saciar estos apetitos, que son heredados de nuestra condición animal. Ésto es así tanto en el mundo de los humanos como, obviamente, en el de los animales. En la vida de la gran mayoría de especies animales son usuales las relaciones sexuales entre machos; desmontando la teoría de que los animales solo tienen relaciones para procrear. Aquí se esconde la clave de mi idea; pues considero que es la base más firme para sostener que la heterosexualidad es única y exclusivamente producto de la sociedad. Somos, en definitiva, bisexuales por naturaleza pero reprimimos inconscientemente bajo el influjo de nuestra condición animal social, una parte de nuestra sexualidad.

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