miércoles, 4 de agosto de 2010

El miedo

A lo largo de la historia el miedo ha acompañado al ser humano, desde la creación de las primeras civilizaciones a la compleja estructura social actual.
El miedo ha servido en diversas ocasiones como medio para someter al pueblo bajo control. Sobre todo en política se puede ver que en determinados momentos de la historia, en los que el Estado necesita provocar que el pueblo esté de acuerdo en algo, como por ejemplo la necesidad de empezar un conflicto bélico con otra nación, pues se bombardea al pueblo con propaganda contra dicha nación, utilizando en algunos casos la demagogia, o quizás yendo mas lejos, utilizando el miedo, que nunca falla. Si a una comunidad se la advierte, se la bombardea en los noticiarios, periódicos, radio y demás de actuaciones producidas por la otra nación, como: destruir un poblado, violar a unas niñas, quemar una parroquia, asesinar indiscriminadamente a un grupo de personas…Todas estas noticias van haciendo mella en el espectador, que asimila todos estos datos convirtiéndolos en un odio personal, de esta forma empiezan las guerras.
También ha servido como medio de ganar dinero para algunas empresas farmacéuticas que quieren ver maximizados sus beneficios, y junto con la colaboración de los medios de comunicación y del Estado, tiene asegurado el miedo en la sociedad frente a una enfermedad contagiosa, aunque se pueda demostrar que los balances de muertes a causa de esa enfermedad no tiene ni punto de comparación con otras enfermedades infecciosas similares con las cuales convivimos diariamente.
Durante los grandes conflictos de la historia podemos ver cómo los bandos contrarios utilizaban esta arma tan poderosa como es el miedo para desmoralizar al bando contrario, por ejemplo, la tortura o la forma de exponer los cuerpos de los caídos de formas atroces e inhumanas. El acto de violar a las mujeres y niñas del bando contrario es otra forma de influir con el miedo en el bando contrario, y de desmoralizarlo. También se puede recordar cómo desde los tiempos del Imperio Romano se utilizaban tambores con sonidos estridentes para provocar miedo al bando contrario, o los gritos rabiosos de batalla por parte de las tribus bárbaras.
Durante la segunda guerra mundial en Stalingrado se utilizó un método para provocar la rendición de los alemanes, que fue el de utilizar bocinas que producían un tic tac cada cierto tiempo dando a entender al bando contrario de que se les acababan los suministros.
Pero podemos sacar esto del ámbito bélico y político y trasladarnos a la religión, donde también el miedo ha sido clave para el sometimiento de los fieles.
Desde los principios de la religión se establecía que existía un ser superior que lo dominaba todo, un ser omnipotente y omnisciente al cual se debía temer y respetar y para poder acceder después de la muerte a un lugar mejor había que seguir unas normas de conducta y evitando en todo momento el pecado que se manifiesta de diversas formas y que es castigado severamente por Dios. Otras religiones como el budismo utilizan el miedo de forma totalmente diferente, en vez de evitarlo se busca dominarlo y controlarlo.
Todo el mundo sabe lo que es el miedo. Lo localizamos en las películas que vemos en el cine de terror, cuando alguien nos da un susto, o cuando sentimos peligro por nuestra vida. Pero pocas personas se paran a pensar la importancia que tiene el miedo en la cotidianidad de nuestra vida, no se hacen una idea de la influencia que tiene sobre nosotros y lo que provoca en nosotros. El miedo es capaz de sacar lo peor y lo mejor de nosotros mismos, es capaz de sacar nuestro lado más instintivo.
En conclusión, de forma individual el miedo es algo con lo que cargamos durante toda nuestra vida. Es un saco que llenamos de aquellos miedos que nos atemorizan a lo largo de la existencia, como la muerte, la soledad, la vergüenza, el fracaso…Con todo esto cargamos durante toda nuestra vida y lo aceptamos como algo natural con lo que debemos convivir, pero que tanto nos influye durante el largo camino que debemos recorrer hasta morir.

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