miércoles, 4 de agosto de 2010

Encuentro de sentidos

Me encontraba esperando en la puerta del restaurante a que aparecieras desde algún lugar al otro lado de la calle, y me pasé los minutos que corrían analizando las caras de las personas que delante de mí transitaban. El frio me calaba hasta los huesos y no sabía qué posición tomar para resguardarme de él. Es curioso lo que provoca en nosotros la noche y la soledad, nos agudiza los sentidos hasta niveles insospechados que están lejos de lo ordinario a lo que estamos acostumbrados. Todo sonido, luz, olor… se vuelve más significativo que nunca para nosotros y por un momento nos acercamos a los animales, que nos superan significativamente en la capacidad para utilizar todos sus sentidos.
De repente sentí un impulso desde más allá de mis sentidos que me advirtió de tu presencia desde antes de que aparecieras por la esquina y mis ojos se encontraron con los tuyos en el instante preciso. La noche estaba oscura y cargada de un aire denso que se impregnaba en todo lo que había y que envolvía todo el entorno de un cierto aura de misterio y de tensión. Quizás hayan sido mis propios sentimientos los que influyeron para que lo interpretara de esa forma, realmente no lo sé.
Cuando nos disponíamos a entrar, el acto de abrir las puertas fue un gran choque que no paso desapercibido para mí y estoy seguro que tampoco para ti. Fue esa fusión de olores, que provenían de todas las mesas que se encontraban flanqueando nuestro camino hacia la nuestra, lo que nos embargó y nos sacó del bullicio y la polución de las calles de la ciudad para introducirnos en una realidad paralela, en la cual se detiene el tiempo para satisfacer al ser humano y darle fuerzas para seguir su camino. Y es que es para nosotros la gastronomía un universo al que nos acercamos cada cierto tiempo y todo nuestro ser es consciente de la importancia que puede tener el disfrute de una velada junto a la persona que quieres y una carta sugerente, siempre capaz de sorprenderte.
Es aquí donde entra el chef, que cada mes cuando acudimos a su restaurante nos deleita con una de sus innovaciones y somos afortunados de considerarnos parte de su “comité de cata”, de forma informal claro.
Es todo un ritual lo que llevamos a cabo desde el momento en que nos sirven el plato hasta que nos los retiran, ya que nos tomamos muy enserio el hecho de degustarlo, y deben realizarse unos pasos que seguimos rigurosamente y que no siempre tenemos la oportunidad de aplicarlos en nuestra rutina diaria, debido al estrés al que estamos sometidos por el desasosiego que nos produce nuestro modo de vida.
Pero si algo debo resaltar de relevante importancia en este tipo de noches es el encontrarnos frente a frente en un lugar poco ordinario, cargado de magia, y cada cierto tiempo acercando nuestras manos de forma casual y sutil, sintiendo el leve tacto del otro, recordándonos que seguimos juntos. Aprovechando al máximo el momento, cada segundo, que provoca que de una manera u otra, se detenga el tiempo.

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